martes, 6 de agosto de 2013

Hacer daño es gratis

                                   ¡Y en esta sociedad vivimos actualmente!

La gordura, la delgadez; la edad; la estatura; el color de la piel. Todas esas variables relacionadas con el físico de una persona, que pueden parecer superficiales, pero que, visto nuestro acercamiento a ellas, es evidente que presentan cuestiones bastante más profundas y complejas; y que crean problemas tan profundos y tan arraigados que ya no nos damos cuenta.
¿Por qué nos creemos con la autoridad de calificar a alguien simplemente por cómo lo vemos? Vamos caminando por la calle y algo se activa al ver a quien camina frente a nosotros, particularmente si es mujer: "¡Qué gorda! ¿Cómo puede vivir así? Seguramente tiene problemas de autoestima... Acomplejada... ¡Cómo se viste... Que horror. Pero si ya no es ninguna quinceañera.¡Puaj! ¡Esa mujer es un esqueleto caminando! ¡seguro es anorexica esclava de los prototipos de moda actual..." Y así, vamos por la calle descalificando todo lo que se sale de nuestros parámetros de "normalidad", dictados nadie sabe por quién. ¿En qué momento vamos a darnos cuenta de que los cuerpos ajenos no nos pertenecen? El cuerpo de una mujer no es propiedad pública. El de ninguna persona lo es. Y sin embargo, parece que cualquiera puede opinar sobre cómo se ve alguien más, y descalificarlo de acuerdo con su ideal: demasiado gorda, demasiado delgada, demasiado morena, demasiado blanca, no se depila las piernas, no anda como una mujer, no se viste de manera apropiada.
De ahí que cada 2 minutos vemos en televisión anuncios de publicidad para reducir esos aspectos que nos quitan puntos en la valoración social: cremas reductivas, cremas blanqueadoras, fajas, maquillajes, cirugías, etc. que se alimentan de nuestras inseguridades y que nos prometen parecernos a la modelo perfecta.





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